La escalada ciertamente no ha sido un hecho importante en la historia de Tenerife. En realidad, sólo a partir de la segunda mitad de este siglo se empezaron a ascender roques (por supuesto, comenzaron por los más atractivos). Y esto en la isla que, tras Gran Canaria, tiene la suerte de concentrar el mayor numero de roques y paredes. A pesar de ello, hoy, de las siete islas principales del archipiélago, solo en El Hierro y Fuerteventura no se conoce zonas de escalada por ahora. Incluso la Gomera ofrece oportunidades para los amantes de la aventura.
¿Aventura en las Islas Canarias? Si bien hasta ahora la única visión que existe de esta tierra se centra en su lado deportivo, hay otra realidad aunque menos conocida. Porque ¿qué escalador foráneo no ha oído hablar del Roque Cano en La Gomera, Ayacata en Gran Canaria o el Torreón Figueroa en Tenerife?.
Se trata de paredes que presentan la cara desconocida de la escalada en Canarias: roca diferente sobre paisajes impresionantes donde conviven rutas clásicas, libre de dificultad, itinerarios de corte alpino y vías en las que no saldremos de los estribos. Claro que existen zonas mejores en cualquier lugar del mundo, con paredes mas altas y roca de mayor calidad. Sin embargo, Tenerife compite con una ventaja de la que pocos, excluida la vecina Gran Canaria, presumen: un tiempo casi inmejorable que nos permite escalar durante todo el año.
En 1955, se celebró por primera vez en el archipiélago un curso de escalada. Acudieron para impartirlo Félix Méndez y Ernesto Carreras. El campamento se instaló en las Cañadas del Teide, y, durante diez días, miembros de la Organización Juvenil Española (OJE) de Tenerife recibieron las clases.
En aquella época no había ningún club o sociedad de montaña, a excepción del Frente de Juventudes y del Grupo Montañero Gran Canaria, en la isla vecina. El parador de turismo estaba en construcción y el actual teleférico que sube al Teide no existía.
Guillermo Pérez fue el alumno más destacado. Junto con Félix Méndez realizaron, el 4 de agosto de 1955, la primera ascensión conocida al Roque del Burro. Al día siguiente, Félix subió en solitario el Pitón que lleva su nombre y el día 6 de agosto volverá a repetir la actividad con Guillermo. Dos días después, en lo que fue un audaz intento para la época, dejaron trazado el recorrido más difícil, la "Méndez / Guillermo" (V+) a la Torre de Ucanca o de Guillermo, que posteriormente se rebautizó como La Catedral. Así comienza la escalada en los actuales Roques de García a los que Félix Méndez nombra Torres de Ucanca.
Dos años después, Guillermo Pérez falleció en un accidente de montaña y se produjo un paro en la escalada tinerfeña. Habrá que esperar a que entre la década de los sesenta para continuar la actividad, con la llegada de un personaje que será clave para su recuperación: Cesáreo Tejedor, fundador y alma de la primera asociación de montaña de la isla, el Grupo Montañero de Tenerife. El 10 de agosto de 1966 abre, junto con José Vargas, la "Tejedor / Vargas" al Roque Félix Méndez, la segunda de esa pared.
Tejedor desconocía tanto los intentos anteriores a la Torre de Guillermo como su nombre. Así, pues, la llamó La Catedral, y se propuso convertirse en el primer hombre en pisar su cumbre. Para ello abre la vía "Tejedor" con Julio Juan Fuentes y Mario Pérez. Hasta que no descubren el buzón colocado doce años antes, piensan que son los pioneros. El mismo Félix Méndez recuerda la alegría que sintió al recibir una postal de Tejedor contándole la anécdota.
Actualmente, en Las Cañadas del Teide encontramos, con seguridad, el mejor marco para la practica de la escalada en Tenerife. Los Roques de García, autentica escuela de escalada clásica de todos los niveles, entre ellos destaca la Catedral, con unos treinta itinerarios tanto clásicos como deportivos y unos 120 m. de altura. También podemos hacer ascensiones de este estilo en las Paredes del Circo, tales como Montaña Guajara, a cuyos pies se encuentra la Cañada del Capricho, la escuela más antigua de escalada deportiva en las islas que cuenta con más de 100 itinerarios, no todos bien asegurados, de todos los niveles de dificultad, desde tercer grado hasta octavo, pero que, gracias al esfuerzo de unos pocos, están siendo mejorados.
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